sábado, 1 de septiembre de 2018

Macarrones en casa de Mirandolina

La Biblioteca de Catalunya se transforma en un restaurante italiano con 'L'hostalera'




Ampliar foto Uno de los platos de pasta servidos el lunes en el ensayo de 'L'hostelera' de Carlo Goldoni. Nadie se imaginaba el lunes, al entrar al ensayo abierto de la obra de teatro L'hostalera, en la Biblioteca de Catalunya, que a las seis y media de la tarde se zamparía un buen plato de macarrones. ¡Y que repetiría...! La primera sorpresa que se encontraron los miembros de la asociación de espectadores de La Perla 29 (AsSocPerla), capitaneada por Oriol Broggi, fue la disposición de la sala: en el escenario se sitúa la trattoria—locanda Mirandolina, con mesas, música suave, unos farolillos, un escaparate, pero... ¿dónde termina el escenario y empieza la platea? En el montaje, con el que la Biblioteca abre el año teatral, toda la sala está vestida con mesas preparadas con los clásicos e italianísimos manteles a cuadros blancos y rojos, platos, tenedores, vasos y una jarra de agua.
“Id ocupándolas, nos interesa mucho ensayar algunas escenas con público”, ordenó Pau Carrió, director y adaptador del clásico de Carlo Goldoni. ¿Ofrecerán una cena? ¡¿A estas horas...?! La Perla 29 suele hacer este tipo de ensayos antes de estrenar sus obras, y este montaje viene como anillo al dedo: El Goldoni ideado por Carrió se convierte en un hostal de Florencia de los años 60’ preparado para acoger a 200 espectadores-comensales.
La versión traslada esta obra del siglo XVIII a la Italia de La Dolce Vita desplegada por Fellini, universo fílmico que en la Biblioteca ya han visitado en más de una ocasión. “Un hostal es un lugar en el que la gente tiene una cama, y un plato, y me apetecía que el público viniese al teatro sintiéndose igual de acogido que los huéspedes”, clarificó ayer Carrió.
La obra, que se estrena el 18 de enero, retrata casi 48 horas en el negocio. La acción se centra en las decisiones amorosas de su dueña, una joven con carácter interpretada por Laura Aubert. “Es potencialmente libre. Los hombres no asumen demasiado bien que sea ella quien los elija. Y no quiere decir que esté libre de presiones sociales. La obra no esconde es machismo de la sociedad”, afirmó Carrió, que ya participó en la Biblioteca de Cataluña en Antígona. Esta es la primera comedia que dirige.
Mirandolina heredó el hostal de su padre. Muchos clientes, especialmente los hombres, se hospedan allí más tiempo de lo esperado porque caen rendidos a sus pies. Y es que los huéspedes quedan prendados de la mujer. Todos, menos uno: Una tarde llega al local el caballero de Ripafratta. El hombre cree que “lo de enamorarse es algo infantil”, explica David Verdaguer, que interpreta a este caballero que huye del género femenino. Desde ese momento, Mirandulina decide atraparlo en sus redes, con lo que se desata una lucha de sentimientos encontrados entre ellos. “Cuando conoce a la hostelera vuelve a sentirse el cuerpo, la cabeza, y el sexo”, añadió Verdaguer.
Sin embargo, la comedia va enredándose a cada instante porque los dos personajes no están solos en el hostal. Cupido dispara flechas entre ellos ligando sus elecciones a la subsistencia vital. “Las mujeres manipulan a los hombres según su interés”, avanzó Javier Beltrán, que interpreta al marqués de la Flor de Albarracín.
El elenco se completa con Marc Rodríguez, Jordi Oriol, Alba Pujol y Júlia Barceló. Estas últimas encarnan a dos jóvenes actrices. “Venimos al hostal a pasarlo bien. Son los hombres los que quieren relaciones románticas”, opinaron Pujol y Barceló. En el fondo, sopesó el director de L'hostalera, Goldoni captura un trozo de cotidianidad. “Quería montar un restaurante, pasillos, dormitorios, y que todos se enamoren, y que no sepas si se han acostado”, recalcó Carrió. Los actores tienen presente la versión de 2006 dirigida por Sergi Belbel y protagonizada por Laura Conejero, Jordi Boixaderas o Imma Colomer junto Àngels Poch.
En la obra, que se representa hasta el 26 de febrero, hay música en directo dirigida por Arnau Vallvé, integrante de los Manel. Los actores cantan y tocan violín, saxo o piano mientras en la media parte los camareros discuten cuando sirven la cena, cuencos llenos de pasta con tomate y albahaca, a los espectadores. “Hacemos teatro en 4D”, ejemplificó Verdaguer.
La comida la prepara el restaurante amigo Gat Blau. Los espectadores solamente tienen que sentarse en la mesa y dejarse envolver por un juego lleno de placeres, canciones... y macarrones.

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